La ansiedad es una respuesta adaptativa del organismo que viene acompañada de otras respuestas de tipo fisiológico, vivenciales, comportamentales y cognitivas.
La ansiedad consiste de un estado de activación y alerta ante una situación que el organismo interpreta como potencialmente dañina; es decir, una señal de peligro. Esta señal de amenaza puede ser física o psicológica y a menudo deja de ser positiva o beneficiosa para el sujeto para tornarse dañina o incluso patológica.
La ansiedad adaptativa, la que entenderíamos que es motivada por circunstancias normales, cumple por lo tanto una función determinada ya que está enfocada a mejorar el rendimiento provocando emociones reactivas, es de carácter más leve y menos corporal que la patológica y no afecta a la libertad del sujeto.
El objetivo de ésta por lo tanto es poner al organismo en un estado de alerta ante una determinada situación con el fin de que éste la solvente con éxito.
Por otro lado tenemos otro tipo de ansiedad problemática, que en algunos casos rozaría con la patología y en otros aún sin llegar a esos niveles, produciría en el individuo cierto malestar. Este tipo se diferenciaría de la presentada anteriormente en varios aspectos, uno de ellos, quizás el más diferenciador y determinante, es que se trata de una ansiedad que no es reactiva, si bien la anterior así lo era, la que identificábamos como “normal”, que produce activación, reacción y sobresalto, en la ansiedad que genera una problemática predomina el sobrecogimiento, la pasividad, la inmovilidad, la quietud. Se pierde el elemento facilitador ante una determinada situación, deja de ser adaptativa para resultar ciertamente incapacitante.
La ansiedad relacionada con la sexualidad es común.
La ansiedad sexual puede darse de ambos tipos, aunque a priori y es algo que está fuertemente demostrado, ésta y la respuesta sexual son dos elementos con una marcada correlación negativa, a mayor ansiedad la respuesta sexual será menos intensa hasta el punto de que a un determinado nivel de ésta, la respuesta sexual no se podrá dar de ninguna manera.
¿Afecta por lo tanto a la respuesta sexual? Si, sin duda, hasta el punto de que no pueda darse.
Un encuentro sexual puede ser percibido de multitud de formas; pero siempre debe ser vivenciado de forma agradable, que se disfrute de él y en completa disposición. Un encuentro sexual puede provocar cierta ansiedad, de tipo “normal”, la que describíamos primeramente. Situaciones en las que es normal sentir un poco de activación, sentirnos un poco nerviosos y/o inseguros pero que a medida que se avanza en el encuentro sexual, ésta se disipa y la relación se desarrolla sin vestigios de ninguna problemática asociada a un proceso ansioso. Estas situaciones por lo tanto no requieren de ningún tipo de intervención.
Otro caso es la ansiedad que genera una problemática, estamos hablando de unos niveles que impiden que la respuesta sexual se lleve a cabo. Puede tratarse de algo puntual o algo que se repite unas pocas veces y que el sujeto supere sin necesidad de recibir ningún tipo de ayuda profesional, de un psicólogo especializado o sexólogo (la literatura al respecto ha demostrado que el autotratamiento en estos casos es muy poco efectivo)
La realidad es que si estos niveles de ansiedad se producen de forma antecedente al encuentro sexual o bien durante su desarrollo, esta problemática se va a repetir y el sujeto va a necesitar la ayuda de un psicólogo para vivenciar sus relaciones sexuales como algo satisfactorio, como algo de lo que pueda disfrutar y no como algo en lo que se sufre. La ansiedad puede ser realmente determinante en los problemas sexuales, hablamos de que puede estar directamente relacionada con procesos de inapetencia sexual, disfunción eréctil, disfunción orgásmica y/o vaginismo.
El pronóstico es francamente bueno, depende lógicamente de cada caso, de la etiopatogenia de éstos, pero lo cierto es que los procesos ansiosos asociados a la respuesta sexual tienen un alto índice de recuperación, el sujeto es capaz, en una gran mayoría de casos, de pasar a vivenciar sus relaciones sexuales como algo satisfactorio.
Una de las principales herramientas en este ámbito, tanto por uso como por eficacia demostrada, son aquellas que buscan una reducción del estado de activación del sujeto. Estas técnicas buscan la relajación del sujeto así como una mayor percepción y conocimiento de las emociones propias, entendiendo que tras conseguir esto, se poseerá un mayor control de las emociones.
Algunas técnicas que buscan la relajación del sujeto en los casos de ansiedad asociada a la respuesta sexual, son las técnicas de relajación como la relajación progresiva (Jacobson), la terapia de aceptación y compromiso (TAC), EMDR o Mindfulness.
Independientemente de la técnica que empleemos (pues debemos entender que no todas son válidas para todos los pacientes ni para los mismo casos) es evidente, está sobradamente demostrado y se ha dicho en anteriores ocasiones, que para que la respuesta sexual pueda llevarse a cabo el organismo debe estar relajado, sin vestigios de ansiedad, pues de otra manera no podrá producirse dicha respuesta o se vivenciará como algo displacentero y/o dañino.