“¿Y ahora todo el mundo con un miedo terrible (fobia) a coger el bicho (COVID-19), no?”
En anteriores publicaciones, presentamos distintas consecuencias que se podían derivar de la situación de pandemia que estamos viviendo en los últimos meses. Trastorno de ansiedad hacia la enfermedad (antes Hipocondría), Trastorno de estrés post traumático (TEPT), síndrome de la cabaña, etc., fueron algunos de los trastornos o síndromes que analizamos según iban apareciendo sus nombres en la prensa o las preguntan que nos hacíais llegar.
La pregunta que abre este artículo da pie al trastorno que vamos a pasar a explicar. La fobia hacia la enfermedad o también conocida como nosofobia. Dicho de forma más liviana, miedo a contraer una enfermedad. Éste es el aspecto más llamativo e identificatorio de este trastorno, la congoja que se experimenta ante la idea de poder contraer una enfermedad (esta idea puede ser más o menos concreta) y la serie de conductas que se van a realizar en base a dicho miedo. Estas conductas irán principalmente encaminadas a lo que el sujeto entiende como protegerse ante esta idea de amenaza.
Y ahora vamos a pasar a explicar un poco mejor este trastorno y de qué manera puede estar relacionado con estos tiempos que corren. Primeramente vamos a explicar en qué consisten estas formas específicas de fobia para después concretar si es posible desarrollar una fobia a contraer enfermedades o concretamente al covid-19.
Otro asunto interesante si recordáis el artículo sobre Hipocondría, sería el de explicar los elementos que las diferencian ya que a priori puede resultar complicado distinguirlas.
La fobia específica es un miedo marcado y fuerte, claramente asociado o relacionado con un determinado objeto o situación. Estos objetos o situaciones pueden o no estar presentes. Si no están presentes será el propio sujeto el que anticipándose a su presentación (miedo intenso a que aparezcan) los representará imaginariamente. Asociados a este estímulo, imaginario o presente físicamente, suelen venir pensamientos de pérdida del control. “No puedo”, “es demasiado para mí”, “no puedo soportarlo” “me da algo si aparece” son algunos ejemplos de cogniciones asociadas. La percepción de pérdida de control puede llegar a ser tan intensa que la exposición al estímulo conlleve a una pérdida de consciencia (desmayo).
Un elemento diferenciador con el trastorno de ansiedad hacia la enfermedad (antes hipocondría) es que en la fobia a la enfermedad (nosofobia) el miedo va dirigido hacia contraer la enfermedad mientras que en el primero, el miedo va dirigido a estar padeciendo la enfermedad.
Dentro de la fobia específica encontramos diferentes subtipos y es posible encontrar gran cantidad de fobias. Respecto a una primera clasificación encontraríamos los siguientes grupos: fobia específica de tipo ambiental (p.ej., huracanes), tipo animal (p.ej., serpientes), tipo sangre-inyecciones-daño, tipo situacional (p.ej., ascensores) y otros tipos (aquí encuadraríamos el miedo a contraer una enfermedad)
Este miedo o temor tiene carácter irracional, excesivo y es percibido como una amenaza intensa. Como tal, causa un malestar importante, es limitante en el desarrollo de la vida del individuo y es posible observar incidencia marcada en distintas áreas tales como el ámbito social o laboral.
Otra diferencia con la hipocondría es que mientras en ésta el miedo a síntomas y enfermedades es más extenso, en la fobia hacia la enfermedad se centra en un tipo de enfermedad (en este caso COVID-19) así como en síntomas concretos.
¿De qué manera se manifiesta este miedo? Casi en su totalidad el sujeto manifestará respuestas de ansiedad y crisis de angustia ante la presentación del estímulo fóbico. De igual manera las respuestas de evitación estarán muy presentes. Esto es, intentar a toda costa que la exposición al estímulo fóbico no se produzca.
Este último punto puede ser especialmente limitante e incisivo en la vida de un sujeto que padece fobia a contraer una enfermedad. Podemos encontrar un amplio abanico de respuestas evitativas. Siendo en su caso más extremo, una vida carente de contacto social, cercana a la reclusión más absoluta y plagada de autocomprobaciones acerca de si uno puede estar enfermo. En definitiva, comportamientos destinados expresamente a prevenir o minimizar el contacto con el estímulo fóbico, en este caso, aquellos que el sujeto identifique como proclives a ser contagiado.
Las autocomprobaciones acerca de la enfermedad serán numerosas, no así las visitas al médico, las cuales se evitarán a toda costa así como relacionarnos con personas y entornos que percibamos como focos de contagio.
Percepción distorsionada, sesgos atencionales, sobreestimación del peligro (entre la correlación del estímulo fóbico y las posibles consecuencias negativas) y una marcada tendencia a confirmar las expectativas sobre las creencias ansiógenas en vez de a falsarlas. Son algunos ejemplos de sintomatología propia del paciente fóbico.
En cuanto a la ideación, a estas personas les acompañará un temor intenso a las enfermedades graves, a la muerte y a la forma y la significación de esta. Este temor en muchas ocasiones es extendido a su círculo relacional íntimo así como a sus seres queridos.
Es común encontrar que estas personas tengan más de una fobia específica, concretamente el 75% de los pacientes aquejados de fobia específica temen más de un objeto o situación, situándose la media en tres.
Las fobias específicas y en este caso la fobia hacia contraer una enfermedad, se pueden desarrollar tras un suceso traumático de esta índole. También tras la observación de otros individuos padeciendo los efectos de una enfermedad o un tratamiento detallado al respecto por parte de los medios de comunicación. En este caso, esto último cuadra bastante con la situación que hemos estado viviendo en los últimos meses. El elemento clave para diferenciarlo con el TEPT en este sentido, es la ausencia (en la fobia hacia la enfermedad) de hipervigilancia, experimentación de vívidos flashbacks y el empobrecimiento de la vida afectiva.