Los niños pasan gran parte de su tiempo jugando.
Juegan solos, acompañados, con el juguete más caro del mercado o con un palo en el parque, pero juegan.
El juego no sólo les permite divertirse, si no que les ayuda a desarrollar su capacidad cognitiva, a explorar, a afianzar conocimientos, a aprender cosas nuevas y a ir formando poco a poco su personalidad.
Los niños expresan sus sentimientos o su malestar de forma diferente a los adultos. Pueden expresar rabia o frustración a través de una rabieta, alegría con saltos y carreras, tristeza con comportamientos disruptivos… Y también resuelven ese malestar de forma diferente.
Los niños resuelven conflictos emocionales jugando.

No es raro, por ejemplo, ver como los niños “castigan” a sus muñecos porque se han portado mal, o juegan a las cocinitas y dan de comer a sus muñecos aquellos alimentos que a ellos mismos no les gusta comer.
El juego simbólico (papás y mamás, los médicos, las cocinitas, bomberos, profesores, peluqueros…), que aparece aproximadamente a los tres años de edad, ayuda a los niños a ir probando diferentes roles presentes en la sociedad. Juegan a ser mayores y a través del juego ponen en práctica normas sociales que les ayudan a formarse como personas.
En terapia infantil se le da mucha importancia al juego libre.
El niño debe tener la opción de elegir los juguetes y los materiales y de escenificar sus conflictos con libertad. Luego, junto con el terapeuta, también a través del juego podrá proponer soluciones alternativas para la resolución del conflicto escenificado.
El juego por lo tanto es fundamental para el desarrollo integral de los más pequeños.
Y recordad que no son necesarios muchos juguetes ni muy caros… imaginación al poder!
