La sexualidad infantil está ligada a las sensaciones placenteras del propio cuerpo y a las relaciones afectivas con otras personas.
Si tenemos esto en cuenta, desde los primeros días de vida se puede hablar de sensualidad en la relación madre-hijo. Antes de Freud la sexualidad infantil no existía. Se consideraba que la sexualidad llegaba con el desarrollo físico de la pubertad y la adolescencia. No fue hasta la segunda mitad de 1800 cuando Sigmund Freud descubrió que en la base de las neurosis histéricas se encontraba la sexualidad infantil. Lo que Freud no tenía muy claro es si la sexualidad infantil existía como tal o si el infante tenía fantasías sexuales. Finalmente se decantó por la segunda opción. Investigaciones y estudios posteriores han demostrado que la sexualidad infantil no solo existe, sino que está presente desde los primeros días de vida.
Hay ciertas sensaciones de placer derivadas de contacto físico que no se pueden explicar solo por la satisfacción de las necesidades biológicas. Se trata de cierto placer sensorial que se activa con los cuidados maternos.
Las sensaciones placenteras de los bebés se concentran básicamente en la boca y en sentido del tacto.
El bebé descubre el placer sensual en el contacto con las personas que lo cuidan. La madre a través del cariño le transmite al niño su propio bienestar y su sensación de placer.
La boca es especialmente sensible porque se asocia a la lactancia, que es la primera experiencia de satisfacción del niño. Durante la lactancia el niño recibe el alimento necesario. También descubre el placer de succionar y las sensaciones agradables que esto genera. Cuando el niño busca el pecho o el biberón, encuentra a su madre que le ofrece su calor, su voz , su mirada y le transmite seguridad y confianza.
La sensualidad existe desde el nacimiento y se basa en las sensaciones agradables que provoca el contacto físico entre el bebé y sus cuidadores.
El autoerotismo es la capacidad de encontrar placer uno mismo a través del propio cuerpo. Para el bebé resulta igual de placentero chuparse el dedo gordo del pie que tocarse los genitales.
Los padres deben favorecer las experiencias placenteras del bebé dándole libertad para experimentar sensaciones agradables en su cuerpo.
Cuanto más favorezcan las experiencias de autoexploración y más a gusto y cómodo se sienta el niño, más comportamiento autoerótico presentará. Si el niño no ha experimentado sensaciones placenteras a través del otro, no las buscará por su cuenta. A largo plazo esto puede convertirse en un grave problema, puesto que poco a poco el niño aprenderá a aislarse, dificultándose la calidad y cantidad de sus relaciones (de pareja, de amistad, en el trabajo…) en la edad adulta.
El placer sensual infantil no debe confundirse en ningún momento con la excitación sexual adulta.
Las erecciones en los niños son meras respuestas al contacto físico, a la necesidad de orinar e incluso pueden acompañar toses y llantos. Los padres no hacen nada para provocar las erecciones y tampoco pueden hacer nada para evitarlas.
En los niños hasta los dos años, la mayoría de las experiencias placenteras están relacionadas con la succión y el sentido del tacto. Como padres debemos propiciar situaciones a través de las cuales los niños puedan experimentar dichas sensaciones. La forma más fácil es a través del juego, compartiendo tiempo con ellos y proporcionándoles juguetes con diferentes texturas, adaptados a su edad y que les permitan explorar y sentir placer.
Un momento muy placentero que podemos compartir con los niños es el baño. El hecho de estar sumergido en el agua genera una sensación diferente. Para bañar a los niños se establece contacto físico y podemos aprovechar el baño y el momento sucesivo en el cambiador para jugar a cosquillas, pedorretas, etc. y nombrar todas las partes del cuerpo. De este modo contribuimos también a la formación y asimilación del propio esquema corporal.
Para favorecer el desarrollo del sentido del tacto es importante que los niños puedan experimentar diferentes texturas, tanto con las manos y el cuerpo como con la boca. Así a la vez que desarrollan el sentido del gusto con los diferentes sabores, podemos introducir poco a poco diferentes texturas en su alimentación y en sus juegos (siempre teniendo en cuenta medidas de precaución).