En este post hablaremos sobre las peculiaridades del duelo infantil y cómo ayudar al niño a superarlo con éxito.
Se puede hablar del duelo como un proceso natural ante la pérdida de algo que el individuo considere importante en su vida. A lo largo de nuestra existencia, por lo tanto, afrontaremos numerosas pérdidas, con sus respectivos duelos. Martín García y Bulbuena (2004) definen el duelo como ‘un conjunto de estados emocionales que se presentan como resultado de sentirse privado de alguien o algo significativo para la vida del individuo afectado’.
El duelo infantil por lo tanto no tiene por qué coincidir con el fallecimiento de un ser querido. No tiene por qué ser traumático ni patológico. Desde pequeños aprendemos a afrontar pequeñas pérdidas (un muñeco, un amigo que se muda…) y adquirimos estrategias y habilidades para hacer frente a pérdidas mayores (una ruptura de pareja, el fallecimiento de un ser querido). Para aprender estas habilidades es fundamental el apoyo y la comprensión de los adultos de referencia, que deberán tener en cuenta las peculiaridades del mundo infantil y las necesidades de los niños.
Según diversos autores el duelo en general es un proceso que atraviesa el sujeto frente a la pérdida y que se compone de cinco fases principales.
A continuación las analizaremos específicamente desde el punto de vista de un niño y qué debe hacer o evitar hacer el adulto para ayudar a superar el duelo infantil.
Es importante tener en cuenta que frente a la comunicación de malas noticias, es siempre preferible que lo haga un adulto de referencia, con quien el niño tenga confianza y con quien se sienta cómodo. Se debe valorar la edad del niño y su deseo de conocer la noticia. Es importante así mismo que el adulto no esconda sus emociones. Si el niño ve llorar al adulto, o siente su rabia, le facilitará la expresión de sus propios sentimientos, sean los que sean. Se sentirá acompañado en la expresión de sentimientos.
Las fases del duelo infantil son:
Negación:
El niño puede pensar que es un sueño, que no es verdad, que el adulto está mintiendo. El adulto deberá ofrecer respuestas rápidas, con palabras claras, utilizando vocablos que no dejen lugar a dudas: el muñeco se ha perdido, la abuelita ha muerto. Intentar suavizar la situación ocultando o disfrazando la realidad (se ha ido de viaje) confunde al niño, dándole esperanzas vanas y haciendo que pierda la confianza en el portavoz de la información.
Negociación:
Esta fase es crucial en los niños, puesto que su pensamiento mágico les puede hacer pensar que si ellos se comportan de una determinada manera, o hacen algo, la situación se ‘arreglará’. Es fundamental, en caso de fallecimiento, desculpabilizar al niño. Dejar claro que no ha tenido nada que ver con la muerte de su ser querido y que por la misma razón, no puede hacer nada por devolverle la vida.
Depresión:
Gran tristeza al tomar conciencia de la pérdida, angustia y pensamientos recurrentes. Se pueden observa síntomas físicos como pérdida de apetito o dificultad para conciliar el sueño; o síntomas comportamentales, por ejemplo a nivel académico, en función de la edad del niño se pueden observar cambios de conducta en el aula o una bajada significativa en el rendimiento. En esta fase es importante empatizar con el menor, hacerle sentir que no está solo a pesar de la pérdida y que sus sentimientos de vacío son normales. Se puede recurrir a cuentos adaptados a su edad, o a juegos donde se represente la pérdida y se ofrezcan distintas alternativas de superación. Es una fase delicada en la que hay que saber equilibrar el acompañamiento en la pena sin dejar que el niño caiga en una depresión mayor. Si esta fase persiste a lo largo de los meses, sería recomendable acudir a un psicólogo infantil.
Ira:
El niño se rebelará contra la realidad, recurriendo al ‘no es justo’ y a estar enfadado con el mundo. Al haber sufrido él, en ocasiones se siente con el derecho de hacer sufrir a los demás. De nuevo el adulto deberá acompañar desde la empatía, poniendo palabras o imágenes a los sentimientos del menor y entendiendo su ira como parte del proceso de duelo.
Aceptación:
La última fase consiste en elaborar la ansiedad y la cólera, el niño interioriza la pérdida, mantiene el recuerdo pero es capaz de planificar actividades sin el objeto o la persona perdida. Es capaz de vivir con el recuerdo. El adulto puede facilitarle el recuerdo a través de fotografías o contándoles al niño episodios compartidos con el objeto o la persona perdidos. A modo de conclusión, tener en cuenta que una pérdida, en general, genera un proceso emocional dinámico que implica cambios en diversas esferas de la vida del niño. Para que el niño pueda elaborar de forma sana dicha pérdida y evitar el duelo patológico, sus adultos de referencia deberán esforzarse en ser claros y coherentes con la información que proporcionan, intentando minimizar el impacto de dichos cambios en el desarrollo integral del menor.
Así mismo, en caso de fallecimiento, es importante que el menor se despida de la víctima.
Puede ser a través de una carta, un mensaje, o en cualquier caso un ‘ritual de despedida’ que le permita cerrar el ciclo y dejar ir a la otra persona,quedándose él o ella y reorganizándose en su nueva realidad.
Si quieres ampliar información sobre el duelo infantil, puede ver nuestro vídeo: