Una alimentación saludable es básica para el correcto desarrollo integral de nuestros pequeños.
En nuestra sociedad la alimentación, desde el nacimiento, está impregnada de sensaciones, de afectos, de relaciones, de placeres y displaceres… La comida no es solo nuestra fuente de energía, es mucho más.
Una alimentación saludable, en el sentido más amplio de la palabra, contribuye a regular los ritmos de sueño y vigilia, facilita la digestión, propicia el buen humor, fortalece las relaciones, educa en valores, en definitiva es un ámbito más del proceso enseñanza-aprendizaje.
Desde que nace un bebé en nuestra sociedad, se le presta mucha atención a la alimentación saludable del mismo.
Actualmente hay numeroso movimientos pro leche materna y pro alimentación a demanda, pero más allá de que compartamos o no esas ideas, lo que sí es cierto es que la alimentación de nuestros pequeños nos importa. Con mayor o menor rigidez, se siguen las pautas que marca el pediatra sobre la cantidad de alimento, la introducción de la fruta, verdura, cereales… y se controla tanto el peso del bebé como la talla.
Al nacer el bebé depende completamente del adulto para sobrevivir. Procurándole alimento contribuimos a su supervivencia de diferentes maneras: una alimentación saludable le proporciona energía y aumenta su peso y su talla, pero hay mucho más. Alimentando al recién nacido, se fortalece el vínculo con la figura materna, el olor, el tacto, el contacto visual, el sonido de la voz, contribuyen al desarrollo psíquico del infante.
Al alimentar al bebé, hasta que adquiere autonomía para comer sólo, estamos fortaleciendo el vínculo con el mismo y estableciendo pautas de relación tanto con nosotros como con la comida. Para ello es muy importante que los adultos de referencia tengan seguridad en lo que hacen. Seguridad y coherencia son básicos para lograr introducir al bebé-niño una alimentación saludable.
Las comidas se convierten en momentos básicos de interacción y contribuyen al desarrollo físico y psicológico del pequeño.
Como psicólogo infantil sabemos que los niños se relacionarán con la comida en base a nuestras actuaciones. Está en nuestra mano educarles el gusto para que coman todos los tipos de alimentos, disfrutando de los mismos. Es nuestra labor enseñarles modales en la mesa y a disfrutar de esos momentos. Somos responsables de que nuestros hijos coman de forma sana, sin abusar de alimentos que pueden ser perjudiciales para la salud.
Permitirles que contribuyan en la elaboración de los alimentos tiene más pros que contras. Es verdad que se ensucian y ensucian a su alrededor, pero también aprenden cosas muy útiles, además de a cocinar:
- aprenden el orden de las cosas,
- la importancia de la higiene,
- aprenden a respetar tiempos,
- a no quemarse,
- la importancia de organizar,
- y de seguir las pautas del libro de recetas,
- aprenden a no cortarse,
- la utilidad de cada instrumento,
- cómo cambian los sabores y las texturas…
- practican el compartir,
- aprenden respetar,
- a disfrutar,
- a crear…
- adquieren el hábito de recoger,
- de limpiar,
- y ordenar
- y… como premio disfrutan de una riquísima comida que ha contribuido a preparar y por la que seguramente recibirá alabanzas, por lo que se fortalecerá su autoestima.
Por otra parte también son importantes los ‘rituales’ ligados a la comida: lavarse las manos, ayudar a poner y quitar la mesa, quedarse sentado hasta que se acabe de comer, charlar mientras se disfruta de la comida. Sí, mientras se disfruta, porque las comidas deberían ser un momento de disfrute, de compartir no sólo el alimento, sino las experiencias del día, las inquietudes, anécdotas…
Una alimentación saludable debería servir para afianzar relaciones, algo básico para el desarrollo psíquico y social.
Es cierto que hay niños que presentan dificultades, como por ejemplo no querer comer determinados tipos de alimentos, levantarse muchas veces, ‘guarrear’ con la comida… y eso un día tras otro… puede llegar a desesperar. Sin embargo, como psicólogos especializados sabemos que la alimentación forma parte del proceso de enseñanza-aprendizaje de nuestros hijos, y como tal, se puede modificar, eso sí, con paciencia y mucho tesón.
Es importante, a la hora de las comidas, establecer unas pautas coherentes y mantenerlas. Ofrecerles una alimentación saludable y variada. No ceder a los chantajes ni ofrecer la carta del menú. Presentar la comida como menú cerrado: primero, segundo y postre. Calcular las cantidades adecuadas para su edad y peso, para que ellos mismos aprendan a regularse en base a lo que ven en el plato.