Al hablar del juego infantil surgen grandes controversias.
Vivimos en la era de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las famosas NTICS. El que no tiene un Ipad tiene una Tablet y es rara la casa en la que no hay ordenador, vídeo consola etc. Los niños ven y quieren probar. Es increíble ver como dedos minúsculos de niños que aún no hablan correctamente se manejan a la perfección sobre pantallas táctiles. Negar las nuevas tecnologías a los niños es un sinsentido: deben conocerlas y aprender a usarlas pero ¡Ojo! en su justa medida y siempre con supervisión de un adulto. Dice que el refranero español que los excesos nunca fueron buenos, y la experiencia nos da la razón.
Jugar a la Wii en un día de lluvia o ver una película acompañada de palomitas de maíz una tarde lluviosa puede ser divertido, pero, de ninguna manera, pueden suplir al parque y el juego infantil ‘tradicional’. Los niños necesitan correr, saltar, ensuciarse, descargar toda la energía que tienen para poder descansar bien por la noche. El cuerpo necesita una alimentación sana y ejercicio regular para crecer de forma saludable. De hecho, existen numerosos programas de prevención de la obesidad infantil (España cuenta con unos índices de obesidad infantil elevados) que abogan por estas pautas (alimentación sana y ejercicio regular).
Más allá del ámbito físico, centrémonos en el psicológico: a nivel cognitivo es cierto que las nuevas tecnologías pueden aportar numerosas actividades o programas de estimulación cognitiva, de memoria, etc. pero insisto en que no son la panacea. Está muy bien hacer puzzles en la tablet, que cuando lo haces bien te da la enhorabuena y si te equivocas te anima a intentarlo de nuevo, pero… ¿Dónde queda la estimulación de la destreza manual más allá de deslizar el dedo índice? ¿Dónde quedan los intentos de encajar las piezas? ¿El cuidado a la hora de guardarlas porque si se pierde una ya no sale el puzzle la próxima vez? ¿Dónde está el adulto que supervisa, ayuda y, sobre todo, comparte y acompaña?
Porque no olvidemos que nuestros hijos viven en sociedad y deben aprender a relacionarse…
Y con relacionarse me refiero a algo más que enviar emoticonos por WhatsApp. Las relaciones sociales se aprenden socializando, jugando con otros niños, en casa, en el parque, en la escuela… los juguetes tradicionales permiten desarrollar la imaginación, desahogar emociones, resolver conflictos y… ¡Disfrutar de la niñez! Las nuevas tecnologías están muy bien, y es necesario incorporarlas, poco a poco, con supervisión y como complemento al juego motor, al juego simbólico, a los juguetes tradicionales y a los amigos. Ahí es donde entra en juego el sentido común de los progenitores para lograr encontrar un equilibrio saludable y beneficioso para el correcto desarrollo integral de los niños.
En la consulta de un psicólogo infantil no pueden faltar las pinturas, la plastilina, los peluches, juegos de mesa, juguetes para los diferentes rangos de edad. Y es que un psicólogo especializado en terapia infantil le da enorme importancia al juego. De hecho es a través del mismo como se observan posibles conflictos o dificultades del menor. Y es a través del juego, de la pintura, de las historias etc. que se trabaja para resolverlas. Un niño que siente rabia es muy probable que la exprese con sus muñecos. Un niño que se siente solo, se refugiará en su osito preferido. Un niño que ve discusiones en casa, es muy probable que coja dos muñecos y repita la escena. Es su modo de comprender, de exteriorizar, de resolver…
Un niño que dibuja, que utiliza distintos materiales para realizar sus propias creaciones está fomentando su creatividad, estimulando sus capacidades de creación y de resolución de problemas. Crear sus propios juguetes con objetos cotidianos les permite favorecer su autoconcepto y su autoestima, crear su propio mundo imaginario les fortalece y les aporta felicidad. En España, la Ley de Garantía de Derechos de la infancia y la adolescencia, estipula que ‘todos los menores tienen derecho al juego y al ocio como elementos esenciales de su desarrollo’. Os animo por lo tanto, a favorecer los momentos de juego de vuestros hijos, a compartirlos con ellos y a encontrar ese justo equilibrio entre juego digital, o de las nuevas tecnologías, y el juego analógico, tradicional… ¡A jugar!