Que nuestro cerebro esté preparado para vivir en pareja, no significa que todos seamos capaces de hacerlo, o, mejor dicho, de hacerlo de un modo que no sea dañino para nosotros mismos ni para nuestra pareja.
Los seres humanos somos animales sociales por naturaleza. Poseemos un cerebro racional y privilegiado que está preparado para permitirnos identificar, gestionar y compartir sentimientos con los demás. Aún así resulta extremadamente complicado hablar de la relación de pareja con parametros universales.
Como vimos en un post anterior, la falta de educación específica para la convivencia en pareja, los conflictos personales no resueltos y el contexto cultural son las tres dificultades básicas que nos encontramos a la hora de consolidar una relación de pareja, entre muchas otras. Pero esto no quiere decir que una relación de pareja no pueda ser sana, placentera y satisfactoria.
De hecho, la relación de pareja, sea cual sea su modalidad, es potencialmente una plataforma para el crecimiento personal a través de la propia pareja. (Guerra, 2013)
Pero, ¿cómo conseguir una relación de pareja sana, equilibrada y que permita el desarrollo personal y el de la pareja? Según expone Guerra Cid (2013) en su libro ‘El clavo ardiendo’ existen, en base a su experiencia clínica y a numerosos estudios antropológicos y psicológicos, algunos principios básicos a tener en cuenta:
1. Todas las relaciones se basan en el principio de transferencia, lo que significa que los apegos y las relaciones que establecimos (o más bien que establecieron con nosotros) en la primera y segunda infancia, modulan nuestras relaciones a lo largo de nuestra vida, influyendo en nuestra forma de interactuar con los demás, por lo tanto es importante ser consciente de nuestras dinámicas relacionales, saber de dónde vienen y por qué.
2. La relación de pareja es una co-construcción mutua de ambos protagonistas, tanto para lo bueno como para lo menos bueno además de un ‘t’u’ y un ‘yo’ una relación de pareja implica la creación de un ‘nosotros’, una responsabilidad compartida en todos los ámbitos de la relación. En caso de que haya alguna dificultad, en lugar de acusar al otro es más positivo indagar sobre qué parte de responsabilidad tiene cada miembro de la pareja y cómo solucionarlo juntos.
3. Una relación de pareja es un sistema abierto, complejo y dinámico. La pareja está formada por dos personas, cada una con sus peculiaridades y su historia de vida. Además se ve rodeada de la sociedad, la cultura, las familias etc, por lo que forma parte de un entramado complejo y difícilmente predecible. Es importante tener en cuenta que las personas que forman la pareja evolucionan, crecen, maduran, y no tienen por qué hacerlo al mismo ritmo ni de la misma manera, por lo que la comunicación y la comprensión y el respeto hacia el otro son elementos básicos.
4. Los polos opuestos NO se atraen. Quizá los polos opuestos puedan atraerse a un nivel superficial en los primeros momentos de la relación, donde la pasión y la atracción física juegan un importante papel. Sin embargo a medio-largo plazo, diferencias muy marcadas suelen llevar a un menor grado de empatía y comprensión. Es fundamental compartir con la pareja intereses o aficiones, tener puntos de encuentro que potencien ese sentimiento de ‘nosotros’ como complemento a la individualidad de cada miembro
5. Es necesario cierto grado de intimidad individual. La pareja constituye un ‘nosotros’, pero si se convierte en un ‘todo’ y anula al ‘tú’ y al ‘yo’, estaríamos hablando de relaciones con elevados niveles de dependencia, donde las dos personas se fusionan y pierden su individualidad, su esencia. Se trata de relaciones patológicas, poco sanas.
6. Cuando se está en pareja es imposible la absoluta individualidad. Como contrapunto al apartado anterior, igual que la fusión es patológica, tampoco se puede mantener la individualidad total. Una relación de pareja sana implica cierto grado de compromiso y por lo tanto, en la construcción del ‘nosotros’, cada individuo renuncia a un pedacito de individualidad y se amolda a la otra persona.
7. Una relación de pareja a medio – largo plazo necesita de posicionamiento y nominación, normalmente los dos o al menos uno de los miembros sienten la necesidad de ponerle nombre a la relación, de saber ‘qué somos’. En las relaciones ambiguas en las que la situación no está claramente definida uno de los miembros suele llegar a un punto donde quiere más (más implicación, más tiempo juntos, etc.) y suele ser un punto de inflexión, donde , o la relación se posiciona de forma más definida o se rompe por diferencia de necesidades.
Establecer y mantener una relación de pareja sana y que permita el desarrollo personal y de la propia pareja como ‘terceridad’ no es fácil, pero si tenemos en cuenta estos siete puntos y los analizamos en base a nuestra propia relación de pareja, seguramente ayuden a esclarecer algunas cuestiones.
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