El amor.
A diferencia de lo que se podría pensar, el amor no ha sido uno de los temas más estudiados por la comunidad científica, tal vez por la cantidad de enfoques que se pueden hacer de su estudio (biológico, histórico, antropológico, psicológico, literario…) o quizás por tratarse de un tema de complejo abordaje por su dificultad de estudio debido a que se trata de algo etéreo, intangible.
A lo largo del siglo XX se produjo un decisivo debate epistemológico que destronó al cientifismo empirista y, gracias al cual, surgieron investigaciones que demostraron la masculinidad de la Ciencia occidental, y su sesgo androcéntrico. Hablamos de la Teoría Crítica liderada por la Escuela de Frankfurt en los años 30, el Postestructuralismo, la Sociología del Conocimiento y la Teoría Feminista, que sacaron a la luz teorías y científicos (sobre todo científicas) marginados por la Ciencia, cuestionándose así numerosas verdades dadas por supuestas.
De esta manera, las investigaciones predominantes hasta el momento dieron paso a una nueva forma de investigación, lejos de la pretensión de validez universal y neutralidad que imperaba desde el siglo XVII. Se produjo así la ampliación de los límites del conocimiento y el surgimiento de nuevas áreas de investigación científica. Este hecho posibilitó adentrarse en espacios del conocimiento que no habían sido apenas considerados, como es el caso del amor romántico.
Si no del amor propiamente dicho, si de temas muy relacionados con él han profundizado algunas ciencias, como es el caso de la Antropología que ha estudiado temas como la familia, el parentesco, el matrimonio, el comportamiento sexual, los ritos vinculadores, el apego, el beso y las conductas altruistas, pero no específicamente el amor romántico, considerado por lo general como una peculiaridad exclusiva de las civilizaciones occidentales. También es el caso de la Sociología, que se ha centrado casi totalmente en el matrimonio, considerándolo la unidad básica de la estructura social. En el caso de la Psicología Social, el tema comienza a tratarse en 1964 cuando Secord y Backman incorporan en su manual de la disciplina un capítulo sobre atracción interpersonal donde se incluían unas breves consideraciones sobre el amor.
Solo un año después, en 1965, Aronson y Linder exponen su clásica “ley” sobre la atracción interpersonal. Dos años más tarde, Bloom (1967) publicará un artículo sobre el concepto y los tipos de amor, todo ello en revistas propias de la Psicología Social. A mediados de los años 70 las investigaciones sobre el amor se separan de la atracción interpersonal y, además, se produce el apogeo de publicaciones e investigaciones sobre el tema e incluso aparece alguna revista especializada, como el Journal of Social and Personal Relationships, donde buena parte de los artículos publicados se centran en el amor o en temas relacionados. A partir de 1990 el tema se convirtió, según Yela García (2002), en un punto de referencia obligado de la Psicología Social.
Tras este breve repaso a la historia sobre el estudio del amor convendría definir qué es el amor, ¿pero realmente es posible hacerlo? Muchas personas, por no decir todas, se han sentido enamoradas alguna vez o varias, sin embargo, ¿quién puede decidir lo que es el amor?, ¿puede haber una definición general de algo con tantos enfoques posibles?
La realidad es que existen casi tantos tipos de amor como tipos de personas y de relaciones humanas podamos encontrar.
Tantas definiciones de amor como personas han escrito sobre el tema y prácticamente cualquier cosa que pueda decirse sobre el amor será válido para al menos una persona y bajo algunas circunstancias. Vamos a encontrar toda suerte de definiciones distintas, desde perspectivas diferentes que realmente no nos aclaran lo que es el amor: un estado, un sentimiento o una emoción.
Algo tan cotidiano y presente en nuestra sociedad y al mismo tiempo tan difícil de expresar con palabras. La mayoría de ellas hablan de que se trata de algo determinado por la naturaleza. El ser humano es social por naturaleza y esta necesidad de afiliación (tendencia humana básica que lleva a buscar la compañía de otras personas y que está estrechamente asociada a la atracción) puede ser el comienzo para entender las relaciones amorosas, quizá más necesarias de lo que se piensa. El por qué nos enamoramos, por qué perdura en el tiempo, bajo qué circunstancias, las diferentes teorías existentes al respecto, etc. es algo que desarrollaremos en futuras publicaciones.
Terminaremos, eso sí, ofreciendo una definición de amor.
Quizás no sea la más académica y ortodoxa, pero puede resultar ciertamente clarificadora: “El amor es un acto centrífugo del alma que va hacia el objeto en flujo constante y lo envuelve en cálida corroboración, uniéndonos a él y afirmando ejecutivamente su ser” (Ortega y Gasset).