En esta serie de capítulos que tienen como protagonista el amor, como psicólogos pretendemos ofrecer nuestro punto de vista y el de diversos autores acerca de este sentimiento que tiene tan alto grado de “afectación” e “incidencia”. Anteriormente introducimos el tema y en esta ocasión, hablaremos acerca de la formación y mantenimiento del sentimiento amoroso, además de ver qué hay de cierto en esa idea de que existen distintos tipos de amor, y si esto ocurre, bajo qué circunstancias lo hace y cuáles son sus características. Para ello, nos serviremos de algunas teorías o consideraciones de ciertos autores que gozan de gran repercusión y aceptación dentro del propio campo Son muchas las teorías que defienden que la génesis y el mantenimiento del sentimiento amoroso, se basa sobre todo en recompensas (Teoría del refuerzo, teoría del intercambio, teoría de la equidad…), de tal forma que el amor se producirá y/o mantendrá siempre que el grado de recompensas sea superior que en relaciones alternativas o la no relación. Esta explicación podría ser válida, o más fácilmente entendida si no existiesen esas relaciones tormentosas, sufridas, dolorosas que pese a no obtener recompensas e incluso ser dañinas, se mantienen. Esta antítesis se podría simplificar en función de dos de los estilos amorosos Eros (amor apasionado) y Ágapes (amor amistoso), la tensión entre ambos es defendida por muchos autores, como Rubin y su distinción entre amar y gustar. Algunos autores como J.L. Sangrador (1993) replican estas afirmaciones distinguiendo entre distintos tipos de amor en función de cómo es entendido éste, bien como una actitud, conceptualizado como una emoción o entendido como una conducta. Quienes entienden el amor como atracción (actitud positiva hacia una persona) terminan refiriéndolo al constructo actitud. Con respecto a la conceptualización del amor como una emoción, se adecúa mejor con la fragilidad atribuida al sentimiento amoroso, y también a las cualidades del mismo. Finalmente el amor entendido como una conducta, es una simple reducción del sentimiento a meros comportamientos. En base a este razonamiento, el amor podría simplificarse en combinaciones a partir de dos componentes básicos: amor–afecto y amor–pasión. El amor–afecto posee un componente altruista, hace referencia a otro u otros por encima del propio individuo, es más prolongado en el tiempo, pudiendo llegar a ser permanente, como las amistades para toda la vida. Se caracteriza por una relación de confianza, intimidad y seguridad. En contraposición con el amor–afecto tenemos el amor–pasión, el amor hacia uno mismo, la perspectiva hedonista del amor (carácter individualista), un amor idealizado, cargado de fantasías, frágil, ya que con el tiempo se hacen patentes las recompensas reales, lo que rompe la magia y destroza la unión, por lo que el amor–pasión es temporal. Está construido sobre una fuerte atracción sexual y emocional haciendo que el individuo piense o sienta que está enamorado, mayoritariamente lo encontramos al principio de las relaciones aunque puede prolongarse. Por último encontraríamos la combinación de ambos, el amor afectivo y pasional a la vez. Ésta teoría puede parecer ser muy simple, pero contempla la idea de que no existe una frontera entre atracción y afectos, sino dos polos donde las diferentes relaciones se pueden desarrollar. También considera que en el proceso de enamoramiento se pueden encontrar diferentes intensidades así como diferentes grados de apego, amistad y cuidados lo que da lugar a infinitas combinaciones de amor en este continuo establecido entre los polos del afecto y la pasión. Para terminar, siguiendo la línea de las teorías que contemplan distintos componentes del amor, encontramos la teoría triangular de Stenberg: esta teoría distingue tres componentes básicos de las relaciones amorosas.
- Intimidad: Afecto hacia otra persona provocado por la cercanía, el vínculo afectivo y la relación. Representaría la reciprocidad emocional y la sensación de sentirse unido a alguien. Implica el deseo de dar, compartir, recibir…
- Pasión: Deseo sexual vivo hacia otra persona acompañado de excitación psicológica. Es el estado intenso de unión con el otro.
- Compromiso: Intención y deseo de continuar con la pareja pese a las adversidades.
En función de lo que sustente la relación o la combinación de dos o tres componentes encontraremos siete formas diferentes de estar en una relación amorosa Cariño (intimidad): Propio de amistades profundas sin compromiso ni pasión. Amor sociable o de pareja (intimidad + compromiso): Sentimiento propio entre familiares o largas amistades. También se produce tras una larga relación, cuando muere la pasión pero permanece la lealtad y el cariño. Amor vacío (compromiso): Frecuente en matrimonios de conveniencia carentes de sentimiento, o relaciones desencantadas en las que han desaparecido la pasión y la intimidad. Amor fatuo (pasión + compromiso): El compromiso está basado en la pasión, típico de relaciones fugaces o matrimonios precipitados en los que aún no ha aparecido la intimidad. Encaprichamiento (pasión): Carente de compromiso ni intimidad, basado en la atracción física y sexual, este tipo es característico de los “flechazos” o del “amor a primera vista”. Amor romántico (intimidad + pasión): Ambos miembros de la pareja desean estar juntos y se atraen sexualmente de manera recíproca, sin embargo no hay compromiso entre ellos. Propio de relaciones cortas en las que una vez agotada la pasión se termina la relación. Amor consumado (intimidad + pasión + compromiso): Es el más completo ya que en él confluyen los tres componentes, sin embargo, conseguirlo y aún más mantenerlo es complicado. Seguiremos trabajando en distintos capítulos que tienen como tema central el amor, en ellos trataremos sobre alguna teoría más acerca de la génesis y el mantenimiento del sentimiento amoroso y comenzaremos a hablar de un componente que si bien no todas las relaciones lo tienen, si muchas de ellas lo han incorporado, se trata del proceso de desvinculación.